¡Estábamos tan cachondos pero ella sabe cómo calmarlo!

¡Nos estábamos poniendo tan calientes que no podíamos contenernos! Las miradas lascivas, las manos traviesas y los gemidos apasionados inundaban la habitación. Pero entonces ella tomó el control, como una diosa del placer, y nos llevó a un estado de éxtasis total. Supo cómo enfriar nuestros ardientes cuerpos con su toque experto y nos hizo perder la cabeza con cada movimiento sensual. ¡Era tan deliciosa que no podíamos resistirnos! ¡Qué manera de calmar nuestro deseo desenfrenado! Pero solo por unos instantes, porque enseguida volvimos a estar tan cachondos como al principio.

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